¡JUGATE POR LA VIDA!
BERNARD NATHANSON, UN MODELO DE CONVERSIÓN Y COMPROMISO
  
Lunes, 21/02/2022
El Dr. Bernard Nathanson, quien fuera personalmente responsable de unos 75.000 abortos y terminó siendo un famoso converso a la causa provida en la década de 1970 falleció el lunes 21 de Febrero de 2011, a los 84 años.

Calificado como una fuente de inspiración para todos por su lucha contra el genocidio del aborto, Bernard Nathanson comprendió el daño que tal práctica provocaba en la sociedad y no dejó de hacer público su arrepentimiento, develando su propio accionar en contra de la vida humana.

Durante muchos años fue no sólo un médico que hacía abortos sino también uno que actuó en favor de su legalización con los mismos argumentos mentirososo que hoy se esgrimen.

Nathanson se relacionó con el aborto en 1945, cuando persuadió a su novia en Canadá para que abortara al hijo de ambos, algo que costeó con dinero que le aportaba su padre, Joey Nathanson, exitoso obstetra de New York.

Años más tarde, entre un matrimonio y otro, dejó embarazada a otra mujer, y él mismo abortó a su hijo. En ese momento, ya había fundado lo que se convertiría en la National Reproductive and Abortion Rights Action League, y durante un tiempo dirigió la mayor clínica abortista del país.

Nathanson reconoció que el movimiento pro-aborto (dirigido por él como líder del grupo NARAL), había inventado que un gran número de mujeres habían muerto o sufrido heridas por “abortos ilegales”, en su afán por legalizar el aborto.

"Hablabamos de 5.000 a 10.000 muertes al año... Confieso que yo sabía que las cifras eran totalmente falsas... era una cifra útil, ampliamente aceptada, así que ¿para qué molestarnos en corregirla con datos veraces?"

En 1996, a los 69 años Nathanson se convirtió al catolicismo, fue bautizado y escribió su autobiografía, "La mano de Dios", en la que expuso su transformación de médico abortista y defensor del aborto a ser un provida. Afirmaba, con pesar, "yo soy uno de los que ayudaron a traer esta era de barbarie".

"Cuando empezamos a dominar la ecografía, se podía estudiar al feto y ver que era un miembro de nuestra especie. Si no lo haces, no eres más que un producto de la ideología política. En 1970 había aproximadamente 1.100 artículos sobre el feto. En 1990, había 22.000. Los datos se acumularon rápidamente y se abrió una ventana en el vientre materno", decía Nathanson.

Joan Andrews Bell, una activista provida, dijo sobre su muerte: "Él será recordado como un gran defensor de los bebés. Quienes le conocíamos bien sabíamos que sentía un dolor profundo por lo que había hecho en su época de abortista. Recuerdo que ayunaba a menudo como penitencia y reparación por ello".

En 1996, cuando asistió a uno de los congresos “Camino a Roma” en Ávila (España), Nathanson dijo: "He abortado a los hijos no nacidos de amigos, colegas y familiares, he abortado a mi propio hijo –explicó ante un comité del Senado–, y les digo que interrumpir la gestación sólo puede verse como la eliminación de un miembro de nuestra especie. Si ustedes lo entienden de otra manera, serán sólo un producto más de la ideología política."

Después de pasar de destacado abortista a abogado pro vida, logró encontrar las palabras adecuadas para explicar por qué había habitado en los extremos. Las tomo prestadas de la Madre Teresa de Calcuta, al presentar sus reflexiones. "La amenaza más grande que sufre la paz hoy en día es el aborto, porque el aborto es hacer la guerra al niño, al inocente que muere a manos de su propia madre. Si aceptamos que una madre pueda matar a su propio hijo, cómo podremos decirles a otros que no se maten."

El temor al Juicio Final, temor al que no le había preparado su formación judía, le llevó a la teología católica, que da acogida a la culpa en el sacramento de la confesión. Con éste se obtiene la absolución impartida por un sacerdote, humano como el penitente, que puede asegurarle que está limpio y “que alguien -escribe- murió por mis pecados y mi maldad hace dos mil años. El Dios del Nuevo Testamento se me aparecía como una figura amable, magnánima, incomparablemente tierna, en quien yo podía buscar, y al fin encontrar, el perdón que había buscado tan desesperadamente, durante tanto tiempo”.

El punto de inflexión en el proceso que le llevó al catolicismo se produjo en una manifestación contra el aborto, organizada por Operación Rescate, frente a una clínica de Planned Parenthood en Manhattan. Era un frío día de invierno en 1989, y el doctor Nathanson estaba allí con objeto de reunir información para un artículo sobre la moralidad de ese tipo de acciones. Ver a 1.200 manifestantes rezando y cantando, rodeados por periodistas y policías aparentemente hostiles, le llevó “a preguntarme seriamente qué clase de fuerza indescriptible les movía a hacer eso. Por primera vez en toda mi vida adulta, comencé a considerar en serio la idea de Dios”.

Con la llegada de los ultrasonidos a comienzos de los años 70, Nathanson comenzó a cuestionarse la moralidad de abortar algo que podía ver moviéndose en el útero. Poco a poco fue creciendo su rechazo del aborto, y acabó uniéndose a los provida a principios de los años 80, con la película "El grito silencioso" (The Silent Scream). Esta filmación por ultrasonidos del aborto de un niño le ganó la animadversión de sus antiguos aliados abortistas.

El video muestra a un bebé nonato huyendo durante un aborto. Su continuación titulada "El Eclipse de la Razón" explica en detalle los diferentes procedimientos de aborto. Estos videos consagraron al Dr. Bernard Nathanson como un héroe provida y un auténtico converso que abriría el camino para otros como Norma McCorvey y Abby Johnson.

También comenzó a cuestionarse su propia vida. Una posibilidad era suicidarse, no sólo por los abortos que había realizado, sino también por sus tres matrimonios fracasados, por haber violado el juramento hipocrático -que prohíbe el aborto- y por no haber sido un buen padre para su hijo Joseph.

Aunque su cambio de parecer sobre el aborto no tuvo que ver directamente con cuestiones religiososas, Bernard Nathanson, formado como judío, hijo de un rabino que se burlaba de él, acabó por no pisar una sinagoga desde los 13 años y fue recién en 1996 que se acercó al cristianismo.

“Sentía cómo la carga del pecado se hacía más pesada y agobiante” (…). Nathanson descubrió que su formación judía no le ayudaba a enfrentarse con el concepto de pecado. “Esto no significa que condene la religión judía -dijo en una entrevista-; sólo que en ella yo no encontré lo que necesitaba”. (…)

Poco después de la manifestación de Operación Rescate, comenzó a estudiar testimonios de Edith Stern, Malcom Muggeridge, Walker Percy, Graham Green, C. S. Lewis, Richard Gilman, Blas Pascal y al cardenal John Henry Newman.

Se tomó un año libre para asistir a cursos en el Instituto Kennedy de Ética, de la Universidad de Georgetown, y comenzó a verse con el sacerdote John McCloskey, del Opus Dei. “Él había sabido que yo estaba acercándome al catolicismo. Me buscó y comenzamos a charlar semanalmente -dice el doctor-. Vino a mi casa y me trajo material para leer. Me guió por el sendero que me ha conducido adonde estoy ahora. Le debo más que a ninguna otra persona”. (…)

En 1981 en una conferencia pronunciada en Canberra, Australia, confesaba los cuatro pasos que puso en práctica para conseguir el derecho al aborto libre en el Estado de New York, antes del pronunciamiento de la Corte Suprema, en fallo dividido, en 1973. Estas fueron, según sus propias palabras: Primero: el texto de una campaña propagandística. “Dijimos al público que diez o quince mil mujeres anualmente morían por aborto clandestino; de hecho eran doscientas”. Segundo: el ataque a la Iglesia Católica, presentándola en la oposición al derecho al aborto como una injerencia religiosa. “Eso fue eficaz”, agrega.

Tercero: no basarse en la embriología y perinatología. “Cuando era estudiante en la Universidad Mc. Gill, de Canadá, manejábamos un texto clásico, conocido como Williams; sólo tenía 22 páginas dedicadas al feto, de las 800 del libro. Desde que comprobé con absoluta claridad, gracias a las nuevas técnicas, que el feto respira, que duerme con ciclos de sueño perfectamente definidos, que es sensible a los sonidos, me resultó insoslayable que el feto es uno de nosotros, que es una vida, una vida que debe ser protegida. Incluso mujeres proaborto, cuando están embarazadas y se someten a pruebas tales como un ultrasonido, saldrán impresionadas”.

“Fue una táctica fundamental: denigrar o ignorar, cualquier evidencia científica de que una vida comienza con la concepción”.

Cuarta: “La farsa que usé con el aborto terapéutico”. Cuando estaba el Comité (se refiere al que evaluaba si correspondía o no ese tipo de aborto), “enviaba a mis pacientes a dos psiquiatras amigos, que extendían los certificados, tarea rutinaria que no llevaba más de cinco minutos y cobraban los 100 dólares convenidos”.

¿Qué sentido tiene que un ginecólogo, que sabe que la vida comienza en la concepción, arriesgue su prestigio y rompa su juramento haciendo un aborto? La respuesta de Nathanson es contundente: dinero. Explica que, en los Estados Unidos, "la industria del aborto" mueve cientos de millones de dólares al año y la mayor parte va a los bolsillos de quienes lo practican.

[Fuentes: Aceprensa | La Nación | Clarín | Cultura católica ]













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